Resumen de la Perashá: Esta Perashá inicia con Yaakov escabulléndose de Eisav, su encolerizado hermano, a quien ha despojado de la bendición paterna. Buscando esposa en el seno de su propia familia como justificación, viaja lejos de su lugar de nacimiento en Beer Sheva para ir a Jarán, donde reside su tío Laván, hermano de su madre. En el camino se topa con el Monte Moriah, “el lugar” donde su padre fue traído a ser sacrificado y sitio del futuro Bet Hamikdash. Debido a la puesta del Sol, se ve obligado a dormir allí, y tiene un sueño profético: una escalera está plantada a su lado, conectando el cielo con la tierra, y ángeles suben y bajan de ella. Dios se Le Aparece, Le Promete que la tierra sobre la cual está descansado será para sus descendientes, quienes formarán una gran nación y, Le asegura que Lo Protegerá hasta su sano y salvo retorno a la Tierra de Canaan. Yaakov despierta y se da cuenta de la gran santidad del lugar, y vuelve a dormir. Al despertar por la mañana, toma la piedra que usó como almohada, la unge y levanta allí un monumento al Señor. Llama al lugar Bet El (“Casa de Dios”) y promete que, si Dios lo cuida y protege, a su retorno este monumento se convertirá en una Casa para Dios, y que (adicionalmente) dará diezmo de todo lo que perciba.

Yaakov continúa su viaje y arriba a un pozo a las afueras de Jarán, donde conoce a su bella prima Rajel, hija menor del tío Laván, la cual va llegando de pastar las ovejas de su padre. Yaakov abreva al rebaño del tío, besa a Rajel y se presenta; Laván lo recibe con mucho afecto. Yaakov se queda a vivir con la familia, y ayuda a su tío. Un mes después Laván le ofrece trabajo y ambos acuerdan en que le dará a Rajel, a quien Yaakov ama, como esposa, como pago por los siguientes siete años de trabajo. Después de la larga espera, en la noche del casamiento Laván, su tío, “el embaucador”, lo estafa sustituyendo a Leá, la hija mayor, por Rajel, un engaño que Yaakov sólo descubre por la mañana. Yaakov reprocha a su tío el engaño, pero sin otra solución al problema, se casa una semana más tarde con Rajel, luego de aceptar trabajar otros siete años adicionales para su tío/suegro. Laván da a sus hijas dos siervas: Zilpá a Leá y Bilhá a Rajel.

Leá da a Yaakov cuatro hijos: Reuvén, Shimón, Leví y Yehudá, mientras que Rajel permanece estéril. En un desesperado intento por dar hijos a Yaakov, Rajel le ofrece a su sirvienta Bilhá como concubina, a fin de que tenga hijos por medio de ella. Dan y Naftalí nacen de esa relación. Leá, quien también ha dejado de embarazarse, hace lo mismo con su sirvienta Zilpa, y la cede a Yaakov como concubina. De allí nacen Gad y Asher. En una ocasión, Reuvén recoge mandrágoras (dudaim) del campo y las trae a Leá, su madre. Rajel pide a Leá que las comparta con ella y Leá acepta, con la condición de que Rajel le ceda su turno esa noche con Yaakov. Como resultado de esta crucial negociación, Leá tiene dos hijos más con Yaakov: Isajar y Zevulún, y una hija llamada Diná. Las plegarias de Rajel son respondidas y es bendecida con un hijo, al que llama Yosef. Así, las primeras 11 tribus llegan al mundo.

Yaakov lleva ya en Jarán catorce años, y ahora que Yosef nace, se siente suficientemente fuerte como para enfrentar a Eisav, su violento hermano, por lo que decide dejar a Laván y retornar a su casa. Solicita permiso a su suegro para marcharse, pero Laván, consciente de que Yaakov lo ha enriquecido, lo convence de quedarse ofreciéndole que Yaakov escoja su remuneración por el trabajo futuro. Yaakov le hace una insólita propuesta: recibir como pago únicamente las ovejas que nazcan con manchas, puntos y rayas, y Laván acepta, llevándose a otra región todas las ovejas con manchas.

Yaakov utiliza inusuales procedimientos genéticos (incluso tal vez milagrosos) y logra, por un lado, una extraordinaria fertilidad en las ovejas y, por el otro, que todas las crías salgan con rayas, manchas y puntos. Así, a pesar de los repetidos engaños e intentos de Laván por arruinarlo, luego de seis años adicionales de trabajo, Yaakov prospera fabulosamente.

Ahora, Laván y sus hijos, en vez de estimar a Yaakov, lo envidian y resienten peligrosamente sus nuevas riquezas.

Yaakov recibe una profecía con la orden de regresar a Canaan. Reúne a sus mujeres y, en una junta familiar, deciden que ha llegado el momento de partir. Temiendo que Laván no le permita marcharse con su familia y sus bienes —por los que tanto ha luchado—, Yaakov y familia dejan Jarán a escondidas, pero son alcanzados por Laván, quien en un sueño profético recibe una advertencia del Cielo para que se cuide de no lastimar a miembro alguno de la familia. Laván reclama a Yaakov su huida, pero luego de discutir, finalmente hacen un pacto de paz y levantan una piedra como testimonio (Gal- Ed). Laván regresa a casa y Yaakov continúa su viaje a Tierra Santa, donde es recibido por ángeles. Al final de Vayetzé,

Yaakov se encuentra de nuevo en el camino, esta vez rumbo a sus padres y hacia un peligroso encuentro con Eisav.

CODA: En la Perashá anterior conocimos a Yaakov en sus primeros años, como un hombre sencillo y reservado. En
, la Torá narra la historia de una nueva y radicalmente distinta fase de su vida —al lado de su familia materna en Jarán—. Allí, el hombre estudioso y modesto se transforma primero en un laborioso pastor, cría una extensa y variada familia y, al final, se convierte en un rico ganadero y formidable competidor de su manipulador tío. Allí enfrenta los retos y los cambios que lo transformarán en Israel, el padre de una nación, y aprende a lidiar con un mundo de negocios rudo y de engaños: el mundo de Laván, “maestro de la falsedad”. Es aquí que Yaakov debe desplegar la integridad que será su sello distintivo; pero de manera incongruente, él parece mostrar al mismo tiempo facetas tanto de rectitud como de engaño en sus tratos de negocios, ya sea con Eisav o con Laván. De este modo, en P. Vayetzé hallamos en Yaakov y sus aparentes contradicciones el paradigma de los tratos judíos con el “mundo real”.

Anette Pier