Resumen de la Perashá: Esta Perashá comienza con Dios hablando a Avram, Ordenándole: “Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, y dirígete a la tierra que Yo te mostraré”. En esta nueva tierra, Dios Le Promete, Hará de él una gran nación. Avram, acompañado por Sarai, su mujer, por su sobrino Lot y por una multitud de seguidores, emprende el viaje que culminará en la Tierra de Canaan, donde continuará difundiendo el mensaje monoteísta. Una vez en Canaan, El Creador Le revela que en el futuro otorgará esta tierra a sus descendientes, lo que impulsa a Avram a recorrer y explorar todo el territorio.
Debido a una hambruna y buscando comida, Avram se ve forzado a bajar a Egipto, donde la notablemente hermosa Sarai es llevada cautiva al palacio del Faraón. Es sólo por la prudencia de Avram, quien instruye a Sarai a presentarse como su hermana, que él escapa de ser asesinado por los hombres del rey. Ella es llevada al palacio, pero una plaga de origen Divino azota al Faraón impidiéndole siquiera tocar a Sarai. Persuadido de su error, el Faraón la libera, inmediatamente retornándola a Avram, y les compensa por este agravio con regalos de oro, plata y ganado. Avram, Sarai y Lot regresan triunfantes y con grandes riquezas a Canaan. Debido a una riña entre los pastores de Lot y los de Avram, este último solicita a su sobrino una total separación entre ambos, tras la cual Lot se marcha y decide establecerse en la próspera y fértil, pero malvada ciudad de Sodom. En ese momento, Dios promete a Avram la Tierra de Canaan como eterna heredad y también una muy numerosa descendencia (para que disfrute de este regalo).
Se desata una guerra mundial, que enfrenta a los cinco reyes de la región sureste de Canaan contra cuatro reyes extranjeros (entre los cuales se encuentra el tristemente célebre Amrafel-Nimrod-¿Hammurabi?). En este choque el rey de Sodoma es derrotado y los habitantes de la ciudad, incluyendo a Lot, son tomados como rehenes. Avram es notificado que Lot ha sido capturado. Con objeto de rescatar a su sobrino, Avram se hace acompañar de un pequeño regimiento y se enfrasca en una batalla contra fuerzas considerablemente superiores pertenecientes a los cuatro reinos.
Milagrosamente derrota a sus contrincantes y rescata a su sobrino y demás cautivos, pero se niega a tomar del botín de guerra. Es bendecido por Malki-Tzedek, rey de Shalem (Jerusalem), a quien cede un diezmo del botín. Posteriormente, dentro de una impresionante visión profética, Dios Sella un crucial pacto con Avram (“El Pacto Entre las Partes”), con el cual Dios Adjudica a Avram y sus descendientes —que hasta ese momento todavía no han nacido— la Tierra de Canaan como eterna herencia. Fatídicamente, en este mismo encuentro, y cómo si fuera el prerrequisito para poseer la Tierra, Dios Le da a conocer el opresivo exilio (Galut) de 400 años de duración que sus
herederos sufrirán en “una tierra que no les pertenecerá”, después del cual retornarán, desagraviados e indemnizados, a heredar la Tierra.
Avram, de 86 años, se encuentra sin hijos todavía, diez años después de su arribo a la Tierra de Canaan. Por ello, Sarai propone a Avram que tome a Hagar, su sirvienta, como esposa alterna; él acepta y Hagar concibe. A raíz de su embarazo, Hagar se vuelve insolente con su patrona y Sarai responde tratándola con dureza, lo que provoca que Hagar se escape. Un ángel la encuentra y la convence de retornar a Avram anunciándole que en el futuro tendrá un hijo – Ishmael-, quien será indomable y el padre de una nación numerosa. Ella regresa al hogar de Avram. De un posterior embarazo da a luz a Ishmael.
Lej Lejá finaliza trece años después, cuando Avram cumple 99 años, con la promesa Divina de un futuro más allá de Avraham: Sostendré mi pacto… contigo y con tus descendientes después de ti… (17:7). Y como “símbolo o señal de este pacto”, Dios Ordena a Avram circuncidarse, así como a todos sus descendientes varones (a los ocho días de nacidos). Dios cambia sus nombres: Avram por Avraham (“padre de multitudes”) y Sarai por Sará (“princesa”).
Avraham obedece la orden Divina y ese mismo día se circuncida a sí mismo y a todo su clan, incluyendo a Ishmael.
Dios Le Anuncia del nacimiento del hijo que tendrá con Sará (de 90 años de edad), a quien deberá llamar Itzjak.
CODA: Así, Lej Lejá traza la misión de un hombre llamado Avram quien buscando la verdad (emet) y rechazando la autoproyección llamada idolatría, crece y se transforma en Avraham —Av (“padre”) no sólo del Pueblo Judío, sino también “de muchas naciones” (17:4)—. Este uso de Av, sin connotación biológica alguna, es exacto en su sentido primario de “modelo” o “prototipo”. De hecho, así es como el Pueblo Judío puede tener tres Avot, pues cada uno es el prototipo de una específica y única característica; en el caso de Avraham, el atributo del Jésed (compasión o bondad). Sin embargo, faltaría entender cómo en el mismo Av pueden converger las dos facetas esenciales exhibidas por Avraham, tan distintas una de la otra: por un lado, encontramos en él al modelo del Jésed y, al mismo tiempo, al “iconoclasta” (lit., rompedor de ídolos) por excelencia y padre del monoteísmo ético. Tal vez la explicación de este fenómeno yace en el hecho de que la búsqueda de Avraham de una verdad fundamental lo haya llevado a adquirir una “Conciencia de Unidad” —cimiento tanto de su monoteísmo como de su identificación con “el otro”—, así como de los variados aspectos de su vida y obra.