Resumen de la Perashá: Esta Perashá -una de las más extensas de la Torá-, inicia con el censo que Dios ordena a Moshé realizar de los varones israelitas mayores de veinte años (aquellos que pueden ser reclutados para el ejército), mediante la colecta de una aportación de medio Shékel de plata proveniente de cada uno de ellos. La plata aquí reunida se debía fundir y utilizar para fabricar las bases (adonim) sobre las que se apoyan las vigas verticales (kerashim) que forman los muros del Mishkán (Tabernáculo) y otros aditamentos del mismo. Posteriormente, Dios indica a Moshé fabricar un lavabo grande de cobre (kiyor), el cual debe ser utilizado por los sacerdotes para lavar o
santificar sus manos y pies antes de realizar las labores de Servicio en el Mishkán. También Dios da a Moshé la fórmula para fabricar el aceite sagrado con el que debe ungir y santificar el Mishkán, sus utensilios y a Aharón y sus hijos. Este aceite debe prepararse con diversas hierbas aromáticas y especias finas; y lo que sobre de esta aplicación inicial, debe ser guardado para ungir a los reyes y sacerdotes de futuras generaciones. Dios da también a Moshé la fórmula exacta del primordial incienso que dos veces al día se debía prender en el Santuario; quedando estrictamente prohibido duplicar para uso personal tanto la formula del aceite sagrado como la del incienso.

Dios imbuye a Betzalel (bisnieto de Miriam) de gran sabiduría y lo nombra principal arquitecto y artesano del Mishkán y sus contenidos. También nombra a Oholiab de la Tribu de Dan como su asistente. Esta larga sección concluye con un recordatorio al Pueblo de Israel sobre la obligación de observar el Shabbat, signo eterno del pacto entre Dios y los hijos de Israel, ya que incluso la transcendental construcción del Mishkán no permite eliminar la observancia del Shabbat y, se debe cesar toda labor constructiva durante este día de descanso. De hecho, lo que define a cada una de las 39 melajot o labores creativas prohibidas en Shabbat, es el hecho de que sea una de las actividades necesarias para construir el Mishkán y sus contenidos.

Después de que Dios se revela a la nación entera en el Monte Sinaí y Les comunica las Aseret Hadibrot o Diez Declaraciones de Principios (Decálogo) que encontramos en Parshat Yitró, Moshé asciende la montaña para asimilar la Tora del “autor” mismo, profundizando en sus fundamentos durante cuarenta días y noches, para al final recibir las tablas físicas. El problema surge cuando el Pueblo calcula equivocadamente la fecha de retorno de Moshé de modo que el día en que ellos asumen él debe volver, éste no aparece, ellos se impacientan y, temiendo que ya no regrese (ie. su muerte), demandan de Aarón un objeto tangible y venerable que pueda conectarlos con la Divinidad.
Tratando de ganar tiempo hasta que Moshé regrese, Aharón aparenta cooperar con ellos, así, sabiendo el apego de la gente al oro, les pide traigan sus joyas. Pero los hombres se apresuran, trayendo inmediatamente su oro y joyas para ser fundidos y, pese a los esfuerzos de Aharón por evitar el desastre, un ídolo –el tristemente celebre becerro de oro-emerge de entre las llamas. Los festejos y los sacrificios al becerro, –que ahora será su nuevo guía- comienzan temprano a la mañana siguiente. Este despliegue de infidelidad provoca la ira de Di-s, Quien informa a Moshé de la insubordinación de Israel y le ordena a él descienda inmediatamente ante la inminente destrucción de la nación. Antes de bajar, Moshé suplica al Señor que por piedad perdone este agravio y no dé a las naciones la oportunidad de regocijarse con la desgracia de los Israelitas, sino que más bien Recuerde Su pacto eterno con los Patriarcas. Dios Concede darles una nueva oportunidad y Anula el terrible castigo. Al bajar de la montaña en ese fatídico 17 de Tamuz con las dos Tablas de la Ley en sus brazos y observar la denigrante conducta del pueblo, Moshé arroja las Tablas al suelo, rompiéndolas en pedazos. Luego, Moshé destruye el becerro de oro y lo echa al fuego, lo muele hasta convertirlo en fino polvo y, mezclado con agua, lo da a beber a los infractores, quienes mueren. Recluta a la
tribu de Levi para castigar a los principales protagonistas en la planeación del becerro y tres mil trasgresores son ejecutados ese día. Luego, Moshé, en un audaz intento de obtener la completa expiación por el pecado, asciende de nuevo al Monte Sinaí. El amor y la compasión de Moshé por el Pueblo lo inspiran a sacrificarse y proponer al Señor que, de no perdonar ampliamente a Israel, mejor acabe con su vida. La respuesta que recibe es que sólo serán castigados aquéllos que han pecado con malas intenciones. Y que, debido a los ruegos de Moshé, la vida del Pueblo será perdonada, pero ya no será conducido a la Tierra Prometida por la Presencia Divina misma, sino por un Ángel Guardián enviado de Dios. Viendo el enojo Divino generado por su delito, los Israelitas se lamentan y en señal de duelo se quitan sus adornos. Moshé toma su propia tienda de campaña y la levanta fuera del campamento israelita, convirtiéndola en el nuevo centro espiritual del Pueblo, hasta la inauguración del Mishkán, varios meses después. Moshé pide a Dios reconsidere la cuestión del ángel guardián, para que finalmente Dios acepte continuar llevándolos Él mismo y no a través de un enviado. Entonces Moshé pide a Dios que la Presencia Divina jamás se manifieste de la misma manera (personal?) con algún otro Pueblo fuera de Israel, petición que es tambié concedida por Dios. Moshé pide al Todopoderoso le muestre toda Su Gloria –es decir, el poder entender Su manifestación y acciones en este mundo-. Sin embargo, Dios Le informa que lo que él pide es imposible de lograr, ya que ningún ser (fuera de Dios) puede llegar a entender a Dios y Sus motivos/acciones, por lo que Moshé sólo podrá ver la parte de “atrás,” de Dios (ie. entender retroactivamente la Historia al final de los
Tiempos) y no su “cara” (ie. los eventos conforme van sucediendo). Como consecuencia del perdón otorgado, Dios ordena a Moshé labrar unas nuevas Tablas sobre las que Él grabará de nuevo el Decálogo. Una vez más Moshé asciende la montaña él solo, llevando consigo las (segundas) nuevas Tablas de piedra. La Presencia Divina desciende en una nube y se anuncia a Moshé como el “Señor de la Piedad, la Bondad y la Verdad”, Proclamando así Sus “Trece Atributos de Misericordia”. Dios Sella un nuevo pacto con Moshé, y Le hace saber que Expulsará de la tierra a los Cananeos ante la inminente llegada de los Hijos de Israel; información que Moshé debe también compartir con el Pueblo. Sin embargo, esta renovación del pacto con Israel conlleva algunas de las principales mitzvot (preceptos) que ya habían sido dados previamente, y que aquí se repiten: 1) la prohibición de perpetrar idolatría; 2) la obligación de destruir todo vestigio de idolatría en Canaan; 3) abstenerse de hacer pacto alguno o mezclarse con los habitantes ya viviendo en Canaan; 4) observar las tres festividades de peregrinaje; 5) cuidar la fiesta de Pesaj, y comer pan azimo (matzá) en ésta; 6) la santificación de los primogénitos de animales (ganado) y personas; 7) observar el Shabbat; 8) traer las primicias o primeros frutos (Bikkurim) a la Casa de Dios; 9) no dejar que el Sacrificio de
Pesaj permanezca sin ser consumido (comido) hasta la mañana; 10) no cocinar un becerro en la leche de su madre (ie.no cocinar ni comer carne con leche).

Después de pasar otros cuarenta días y noches en la cumbre de la montaña, lapso en el cual no come ni bebe, Moshé desciende del Monte Sinai en el dia de Yom Kippur con los Diez Mandamientos inscritos en las Segundas Tablas. Al regresar al campamento, sin él saberlo, rayos de luz emanan de su cara. Al principio, tanto Aharón como el Pueblo le tienen miedo; sin embargo, esta situación acaba cuando Moshé comparte con ellos lo que ha estudiado durante su larga ausencia. A partir de entonces, Moshé comienza a usar un velo tipo máscara para esconder su rostro, pero se la quita al hablar con Dios, o cuando comunica las palabras de Dios al Pueblo.

CODA: Ki Tisá arranca de manera bastante inocente; afinando algunos últimos detalles correspondientes a las instrucciones para construir el Mishkán: por ejemplo, el tema de las monedas por colectar para el censo y para la elaboración de las bases de plata de las vigas de madera; la vasija de cobre para el lavado; el aceite sagrado; el incienso; y los nombres de los artesanos a cargo de la construcción. Pero para el final de la Perashá, la Historia ha sido dramática e irrevocablemente alterada. Los graves sucesos ocurren de forma inesperada; sin
advertencia alguna nos encontramos en la cima del Monte Sinaí junto con Moshé, quien, después de cuarenta días de estudio y de haberse nuevamente adentrado el tema del Shabbat de Dios, recibe las dos Tablas grabadas por la mano de Dios. En ese épico momento en el que Dios está entregando a Moshé las Tablas, allá abajo un desastre –“el becerro de oro”- está por ocurrir, lamentable suceso que transforma de forma permanente la relación de Dios con Israel. Moshé es bruscamente desalojado de la presencia de Dios y, él le ruega que perdone al Pueblo. Pero al ver con sus propios ojos la deshonra hecha a los Diez Mandamientos, Moshé personalmente destroza las Tablas. Siguen cuarenta días de plegarias en el Sinaí y, al final, Dios anuncia su disposición a perdonar y a proporcionar una copia de las arruinadas Tablas… pero esta vez Moshé tendrá que labrarlas él mismo. Moshé pasa un último período de otros cuarenta días en el Monte Sinaí y desciende con el rostro resplandeciente. Presenta al pueblo las Segundas Tablas (Lujot Ajaronot) en el día que para siempre será
conocido como el Día del Perdón: Yom Kippur. La destrucción de las Lujot Rishonim (Primeras Tablas) transforma la relación de Israel con la Torá, igual que el Eguel haZahav (becerro de oro) cambia la relación de Dios con Israel. Debemos examinar estos cambios, cuestionar el mecanismo para un reacomodo entre las partes sin recurrir a la destrucción total… y entender la posición de Purim como el vínculo entre las Primeras y las Segundas Tablas. Adicionalmente, el hecho de que al finalizar el episodio del becerro, la Torá retome nuevamente sin transición alguna la historia del Mishkán, insertando el incidente del Eguel Hazahav dentro del relato general de la construcción del Mishkán, nos resulta provocativo. No queda más remedio que percatarse que el Mishkán, y en general todo el Servicio Divino, tiene raíces comunes con las motivaciones humanas que llevan a cometer el pecado del becerro; y que el Mishkán es precisamente construido sobre aquello que conecta los apetitos idólatras que condujeron al becerro de oro con los anhelos sagrados de servir y adorar a Dios.