Resumen de la Perashá: Al terminar la Perashá anterior (Miketz) nos encontramos con que Binamín aparentemente ha robado la copa del Virrey (Yosef), y éste pretende castigarlo haciéndolo su esclavo. Ahora Yehudá se acerca a Yosef a pedir por la liberación de su hermano menor; le explica lo terrible que sería para su padre perder a Biniamín, y ofrece tomar su lugar convirtiéndose en esclavo del líder egipcio. Conmovido por la lealtad y la responsabilidad asumidas por Yehudá, Yosef pide a todos los egipcios allí presentes que abandonen el recinto y es entonces que revela su verdadera identidad a sus hermanos diciéndoles: “Yo soy Yosef. ¿Está aún vivo mi padre?”. Los hermanos se sienten totalmente abrumados por la vergüenza y el remordimiento, pero Yosef los reanima diciéndoles:

“No fueron ustedes los que me enviaron aquí, sino Dios. Todo lo que ustedes hicieron fue dispuesto por el Cielo para salvarnos, así como a todas las demás personas, de la hambruna que durará todavía otros cinco años”. Yosef envía apresuradamente a sus hermanos a Canaan a dar a Yaakov las buenas noticias respecto de que Yosef, su amado hijo, está vivo aún. Yosef les invita, e impulsa, a que vengan a Egipto con toda la familia, prometiendo cubrir sus necesidades hasta que la hambruna termine. El Faraón (y su pueblo) escucha con beneplácito que los hermanos de Yosef han llegado y, por medio de Yosef, los invita a vivir en Egipto, donde les dará “las mejores tierras”. Los hermanos viajan a Canaan cargados de regalos, carrozas para el viaje de regreso y buenas nuevas, como el hecho de que Yosef no sólo está vivo, sino de que es nada menos que el Virrey de Egipto. El alma de Yaakov revive luego de la pesadilla de 22 años y se apresta a bajar a Egipto con toda su familia y posesiones, para reunirse con Yosef. En el camino a Egipto recibe la Promesa Divina: “No temas bajar a Egipto, porque allí te Convertiré en una gran nación. Yo Descenderé contigo, y también te Sacaré de allí”. Las 70 personas que conforman el clan de Hijos de Israel son aquí nombradas.

Yaakov llega a Egipto y tiene un encuentro extraordinariamente emocional con Yosef, su amado hijo. Por orden de Yosef, toda la familia de Yaakov se asienta de forma temporal en la tierra de Goshen. Yosef prepara a sus hermanos para su próximo encuentro con el Faraón, instruyéndoles que le digan ser pastores, y que su único deseo es permanecer un tiempo en Goshen, hasta que la hambruna termine. Al ser presentados los hermanos, siguen el guión de Yosef, de modo que el Faraón accede a su petición dándoles la fértil tierra de Goshen para establecerse. Después es el turno de Yaakov de ser presentado al Faraón; ellos tienen una interesante conversación y, al final, Yaakov lo bendice.

Mientras que Yosef provee con comida a su familia, ya establecida en Goshen, el resto de la nación egipcia se encuentra en una situación desesperada. Primero gastan todo su dinero comprando la comida (a Yosef). Cuando se les acaba el dinero, pagan con sus animales; cuando ya no les queda otra cosa por vender, por intermedio de Yosef venden sus tierras y a sí mismos al Faraón. Yosef los traslada a las ciudades. Así, a cambio de la comida y semillas almacenadas por Yosef durante los años de hambruna, este gran “administrador” reúne toda la riqueza de Egipto para el Faraón.

Mientras tanto, los hijos de Israel prosperan y se multiplican abundantemente en el exilio egipcio.

CODA: P.Vayigash comienza con el dramático desenlace de 22 años de alienación, cambios y esperanzas. Yehudá es inducido a confrontar a Yosef y, al hacerlo, es llevado a enfrentarse a sí mismo y a sus propias fallas. Finalmente, Yaakov y sus hijos abandonan la Tierra de Canaan para reunirse con Yosef en Egipto, así dando inicio al primero de los exilios profetizados a Abraham: Tu descendencia será extranjera en tierra ajena (15:13), el cual será el prototipo de los cuatro históricos exilios que le siguen. La Perashá concluye con el exitoso establecimiento de los Hijos de Israel en la tierra de Goshen, y la productiva cosecha de una nación destinada a nacer en el exilio. En Vayigash se describe la dramática revelación de Yosef ante sus hermanos, se narran los diplomáticos esfuerzos y negociaciones que involucraron el establecimiento de la familia de Yaakov en Egipto y se dan a conocer los detalles faltantes sobre el reinado de Yosef durante los años de la hambruna. Lo que Yosef logró al manipular a sus hermanos es claro; en lo que se debe reflexionar es en cómo se las arregló para restablecer y restaurar las relaciones que quedaron hechas pedazos tantos años antes. Después de todo, el especial amor que Yaakov sentía por Yosef permaneció inalterable y es expresado una vez más (48:5) con el regalo de la primogenitura a Yosef. Sin embargo, de alguna manera, los celos y los argumentos ideológicos quedaron disipados mientras Yosef, con gran destreza, lleva a sus hermanos a descubrir la verdad. Así, en Vayigash podemos encontrar el modelo primordial para alcanzar la unión, la cual sigue eludiendo a los descendientes de los protagonistas de la Perashá.

Por otro lado, aquí también pueden examinarse las sustanciales diferencias de enfoque entre Yosef, sus hermanos y su padre Yaakov respecto a esta fase benigna del exilio egipcio. Cada una de estas perspectivas ha jugado un importante rol para moldear la respuesta nacional judía al exilio en toda su diversidad. Sin embargo, el papel fundamental del exilio en la identidad nacional de Israel se expresa, principalmente, por medio de los logros históricos de Yosef en Egipto. Nadie, desde Yosef, ha encarnado de manera más plena y exitosa la asimilación de la identidad de una cultura huésped, sin tener que perder la propia.

Anette Pier